martes, 31 de marzo de 2015

El necrófilo.

"..A veces la mujer llevaba esta lengua, que yo adivinaba asombrosamente dura y carnosa, hasta los incisivos del muerto, paseándola por la dentadura exterior igual que una mano que acariciara un teclado, y otras la hundía lo más lejos que podía para lamer el interior de los molares y la bóveda del paladar.
Concentrada en su placer, no se dio cuenta de que me acercaba. La observé durante un rato hasta que notó de repente mi presencia y se incorporó sofocando un grito.
—No tema nada de mí —le dije—, pero ¿le importaría repetir lo que estaba haciendo?
La mujer me miraba con una expresión desconfiada. Debía de tener unos treinta años y pertenecía visiblemente a la clase media, podía ser la esposa de un pequeño comerciante o de un funcionario subalterno. Repetí mi petición y el reflejo de una idea que sin duda le pareció brillante iluminó su cara.
—Si nos ven, diré que usted me ha obligado a hacerlo.
Confieso que me confundió la artimaña grosera con la que supo dar la vuelta a la situación. Pero, sin añadir nada, volvió a su cráneo, con los ojos entornados y la lengua tensa.
Lo que el espectáculo y el lugar tenían de insólito, unido a la euforia percibida desde mi entrada en las catacumbas, me provocaron el efecto que cualquier necrófilo puede prever. Deseaba a esa mujer, aunque estuviera viva.
Le subí la falda negra y, apartando unas bragas de algodón, descubrí un amplio trasero limpio y diáfano como la cera de los cirios que nos rodeaban. Al tacto todavía era más liso que a la vista. Después de meterle la mano en la raja, saqué los dedos mojados por un licor opalino que me desconcertó (las muertas no segregan nada semejante) y que tal vez me habría repugnado si su olor no me hubiera recordado el del mar, imagen y hermano de la muerte.
Así pues, la idea de que toda carne lleva en sí el fermento de su destrucción avivó el deseo que sentía por esa mujer, pero éste me abandonó en el mismo instante en que intenté un contacto más profundo, igual que un castillo de naipes que se hunde no bien lo tocan. La mujer se volvió hacia mí, con la cara alterada por la cólera.
—Contaré que ha intentado violarme.
Ignoro por qué el despecho la llevaba a amenazarme de esa manera. En cualquier caso, me alejé lo más aprisa que pude.."


--Gabrielle Wittkop-- "El necrófilo" (fragmento)

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