"..Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca;
pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas.
Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca,
ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un
salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la
servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un
tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba
violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía.
Señaló mis ropas: estaban manchadas de barro, de sangre coagulada. No
dije nada; me tomó suavemente la mano: tenía manchas de uñas humanas.
Dirigió mi atención a un objeto que había contra la pared; lo miré
durante unos minutos: era una pala. Con un alarido salté hasta la mesa y
me apoderé de la caja. Pero no pude abrirla, y en mi temblor se me
deslizó de la mano, y cayó pesadamente, y se hizo añicos; y de entre
ellos, entrechocándose, rodaron algunos instrumentos de cirugía dental,
mezclados con treinta y dos objetos pequeños, blancos, marfilinos, que
se desparramaron por el piso.."
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