domingo, 11 de enero de 2015

Ella.

"..Ella volcaba todo su candor y con júbilo
era un ovillo hermoso prendido a mi cintura.
Su larga cabellera se derramó en el agua
y sus brazos oscuros se alzaban oferentes.
Yo noté que apretaba mi cintura,
que sus manos me hacían resbalar hasta el cielo,
que su poma dulcísima me estallaba en los labios
y sus brazos me alzaban para siempre al seol.
Yo noté que rondaba su manzana redonda,
que mordía la pulpa cada vez más sediento,
que los dientes dejaban su mejor tintineo...
Me sangraba con perlas, con anillos y ajorcas,
su pulsera, el diamante, me rasgó ¿lo recordará?
Pero yo penetraba -¡la humedad!-, penetraba,
zahiriendo su oreja o el zarcillo dorado.
Se encajó rotunda, decidida, perfecta,
dimos vueltas al mundo y entornó los ojos,
era un gozo sentirse caballero a su costa
y marcar en su espalda el mejor tatuaje.
Era la dicha entonces navegar a su suerte,
y apretar su cadera que es la luna redonda.
Se encajó rotunda, decidida, ¿lo dije?,
éramos invencibles, intangibles, eternos.
Pero yo penetraba furibundo en su gema,
la que tanto se enciende, la que más centellea,
ese párpado cálido, esa rosa cruel,
y fue entonces que al filo de su pétalo insomne
llegó extraña la plata de la dicha.."


--José Lupiáñez-- "Ella"

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